Ya va un par de veces que pospongo el momento de hablar de un lugar de Palma que a mi modo de ver resulta clave para todo visitante, persona de paso o habitante férreo de la ciudad.
Ca’n Joan de S’aigo. Casa fundada en 1700. Especialista en helados y ensaimadas. Pone la tarejeta de visita. Pero se subestiman. Porque no sólo son expertos en las ensaimadas, sino en los cuartos, los helados caseros, las tazas del reconfortante chocolate caliente, las tradicionales empanadas, los robiols tanto dulces como salados. Y no sólo son expertos en deleitar el paladar. Sino en deleitar a la persona en todo su ser. Son expertos en confort, calidez, eficacia, tradición. Aunque no se lo propongan es algo que se desprende, casi algo que se respira en el aire nada más entrar en su espacio. Imagina una tarde de invierno lluviosa y fría, con esa modorra que proporcionan esos días. Osar tomar un chocolate con ensaimada en C’an Joan de s’aigo un dia de esos es una locura. Porque precisamente esos días es cuando en el local hierve un aire frenético de actividad. Colas, gente, esperas, rapidez,… pero incluso ese día, si consigues sentarte y tomarte algo con unos minutos de robada calma, sientes todas esas sensaciones. Esa calidez. Y la verdad es que soy incapaza de decir qué es lo que hace que se desprenda esa sensación. Quizás sea por la antigua y gastada decoración del lugar, mullidos sillones rojos, espejos barrocos, centros de flores y frutas de cera. Incluso un dia de locura como ese, amo este lugar.
Pero para el que no lo conozca y desee disfrutar del lugar con un poco de calma, mejor elegir un momento en el que no sea «hora punta» (por decirlo de alguna forma). Por ejemplo un día a media mañana, con el lugar un poco más en calma, aunque la actividad no descanse, te puedes sentar tranquilamente en una de las mesas y disfrutar de las que para mí son las mejores ensaimadas de Mallorca y el mejor chocolate a la taza. Mantener una agradable conversación, o simplemente aislarme del mundo y sentarme a leer un libro o el periódico o observar el mundo, observar las pocas personas que pueda haber ahí sentadas y dejar que mi mente vaya por donde quiera.
Ca’n Joan de s’aigo. Como la chocolatería San Gines en Madird o el Gran Café en Barcelona. Son lugares que todo el mundo sabe que están porue forman parte del patrimonio de la ciudad, como una catedral, el ayuntamiento, un barrio o una calle típica de la cuidad. Simplemente existen desde hace años y precisamente esa antigüedad es la que le otorga el poder de transmitir todas las sensaciones que te cauitvan nada más poner un pie en el lugar.
Ir Ca’n joan de s’aigo, (en la calle Barón de Santa María del Sepulcro (Sí sí, esa es la calle!) significa darte un homenaje, un premio, un motivo de celebración, un instante de descanso de la apresurada cotidianidad, un rato de conversación donde el paso del tiempo queda suspendido por unos instantes, una pequeña tradición familiar como el abuelo que cada domingo lleva a desayunar a sus nietos, o como la mejor forma de cerrar una noche de marcha cuando al salir de la discoteca lo único que deseas es comer algo.
Ca’n Joan de s’aigo es todo. Es tradición y es Mallorca.